El hombre encaminándose por los caminos de la vida espiritual, con el punto de partida en la reforma intima; eliminando hábitos, vicios, costumbres perniciosas; defectos morales, sentimientos y pensamientos incompatibles con esa realización espiritual; y tratando de adquirir las virtudes propias del hombre nuevo, transformado, que debe, con toda sinceridad, desear ser.
Y cuan profundo y extraordinario es el poder del evangelio para operar esa transformación!
Comprendiendo que ninguno de sus problemas íntimos y vitales se resuelve por el conocimiento simplemente teórico y místico del evangelio. Porque esos problemas no residen en el exterior sinó en su propio intimo, deducirá luego que el evangelio no pide un conocimiento intelectual, sino una vivencia individual. Viviendo el evangelio y atestiguándolo como es necesario, el hombre se espiritualiza, se engrandece, asciende hacia Dios.
El conocimiento simplemente teórico o místico no cambia al hombre sinó, muy por el contrario, aumenta sus débitos espirituales porque al que mucho le es dado, mucho le será pedido, y también porque la fé sin obras, es muerta; y como el hombre para vivir y ejemplificar el evangelio, antes que nada debe reformarse, se deduce que su primera obra, y su primer ejemplificación, deben ser en si mismo, transformándose en el hombre nuevo al que se refiere el evangelio.
Cada uno de nosotros debe espiritualizarse por sí mismo, por decisión propia, por esfuerzos propios, teniendo al evangelio como norma de acción, actuando y no solamente creyendo.
Todo aquel que quisiere, verdaderamente iniciarse en la vivencia evangélica, en el momento en que decide hacerlo, abre amplias puertas en el plano espiritual para la recepción de auxilio, asistencia e inspiración.
Los días atribulados que vivimos y los mas difíciles que están por venir, reciben del hombre una sensata reflexión, y la decisión, segura y definitiva, de evangelizarse para redimirse.
Edgard Armond .
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